lunes, 22 de septiembre de 2008

Fractal/El llanto de Calipso

x Mario Jaime

Fractal

Tú ves sin ver
El mar como una mancha sin alma
Pero el mar
Es mar
Y dentro de cada gota un mar
Y sus enlaces covalentes son tormentas
Y sus hidrógenos sonrientes son ballenas

Y afuera de ese mar lo cubre un cielo con estrellas
Que es la superficie de otro mar
Donde navegan los cometas

Y el fondo de ese mar es un átomo acendrado
Y su fuerza de atracción es una gota y una brisa
Que despeina diosas y las calma

Y tú eres un mar
Y tu pasión un tiburón enamorado
Y tu sangre geostrófica corriente
Que confunde el mar con amar y con amado

El mar
Todo es el mar
Y el mar es todo.


El llanto de Calipso

Te di todo
Un cuerpo de diosa y un orgasmo infinito
Una gruta de mareas con aroma a vida
Las branquias del beso
El color en mis piernas

Y te vas, añorando la necia arruga de una mortal
con hedor y pechos lactados
que teje
que habita los muros

Yo soy eterna y libre
Te ofrecí la aventura
y el silencio musical de los fondos

vete
mediocre
vete

No vale la pena llorar por quién desdeña lo sublime

domingo, 21 de septiembre de 2008

Bitacora de un Viaje al Golfo de California

A bordo en la mar
Crucero de investigación
Buque oceanográfico BI-03 “Altair” de la Armada de México

MARIO JAIME (Ver referencia en Mar y Otros poemas)

***

Anclado en la espera.
Los manglares de Topolobampo miran hacia un pueblo triste y seco. Entenebrece el espíritu la visión de los barcos camaroneros que destruyen el mundo. Agua marrón. Y de pronto el lomo de un delfín se arquea y rompe el oleaje para devorar anchoas. Sombra alegre que brilla. Los minutos se iluminan. En singladura serena ahora pasa un par de marsopas, respiran, siguen al atardecer, saltan despidiendo al día. Sonrío. Aún hay libertad y belleza, el mar espera para poder olvidarme del hombre.

***

He aquí el amanecer de tintes serios. La mar vuelve a saludar el día y sus corrientes se intensifican. Por la noche leí disparates de profetas desérticos que intentaron derrotar a la Hembra y fueron crucificados. La Hembra del amor con cola de pez. Diosa que da la muerte por la reproducción. No morirás nunca, Diosa perfecta, porque anoche vi a los calamares lujuriosos retorcer sus cuerpos dentro de ti, vomitar tinta y morir a sifonazos después de abrazarse en éxtasis. La mujer es carne amoniaco y su sexo ventosa. Honremos al Mar, a la Diosa y a la Carne.

He aquí el amanecer.

***

A veces los científicos hablan como fanáticos religiosos. ¡Quién sabe qué está pasando en esta época! Calamares pequeñitos alimentándose de día en la superficie, calamares cada vez más grandes que recorren desde Chile hasta Alaska, calamares extáticos a la mitad del mar sacando los tentáculos del agua en posición vertical como si honraran al cielo, ritos cefalópodos. Algo sucede, algo extraño. Sin duda olvidan que el mar es lugar de prodigios y ningún comportamiento encadenado a leyes estadísticas. 

***

Masas verdioscuras. Completa extensión sin palabra. Una mantarraya se desliza cortando espejos con las puntas flexionadas. Conlleva locura, alegría, portento de estar viva y tener voluntad. 

***

Dos pequeñas aves oscuras, con el cuello pardo carmesí, recorren la cubierta. Caminan curioseando, sin atender a los hombres que corren lanzando botellas al agua para saber de silicatos y otras necedades. Son pareja, macho y hembra, volaban sobre la mitad del océano y ahora descansan en esta extraña mole de hierro que flota como una carcasa ebria. Son pareja, saltan juntos, juntos picotean y recorren estas dimensiones absurdas. Juntos levantan el suelo, ya inspeccionaron suficiente. No hay nada glorioso en un armazón muerto, mejor aspirar el cielo. Juntos, sin ausencia.

***

A unas millas de Bahía Altata, leía los ‘Nueve libros de la Historia’. Casi todo era muerte y guerra. Las maravillas que promete Herodoto se reducen a ambición y violencia. Pero el cocinero vio algo a estribor; una embarcación hacía señales. Llamada al puente y cambio de rumbo. El sol se hundía dejando un rastro límpido de fuego calmo. Las aguas rojas. Se pensó en náufragos. Se pensó en ayuda. Un bote blanco con tres a bordo tiraban línea y sonreían, no pedían ayuda: nos saludaban. El buque volvió a su rumbo dejando atrás la tarde y a los pescadores. En el libro, miles de aullidos, pueblos masacrados, traiciones: Tomiris metiendo la cabeza de Ciro en un odre lleno de sangre humana; insultando su cadáver por haber matado a su hijo; los sacerdotes egipcios degüellan a todos los hijos de Fanes sobre cántaros de vino y luego beben su sangre mezclada frente al horrorizado padre. Luego se lanzan contra los persas en batalla. En el mar silencioso unos hombres que buscaron ayudar a otros, hombres que se preocuparon  pudiendo dejarlos morir en alta mar, sin testigos. Hombres que intentan. Creo que fue la única vez sonreí a la tripulación mientras me preguntaba: ¿Qué es esta especie?

***

Luces en la costa.

Un vaso de unicel flota a estribor. Bahía de los sueños. El nuevo nombre de Ensenada de Muertos para que a los gringos y a los turistas no les parezca tan lúgubre. Ahí destruyen los hábitats para hacer condominios, hoteles, al servicio de la oligarquía y el Imperio. Hace unos siglos esto era un paraíso y una trampa mortal para los navegantes. Un pescador ‘sudcaliforniano’ me contó una versión del porqué adquirió semejante nombre: 
Según él, allá en la época colonial, un buque negrero se encontró al garete en estas aguas. Días de calor infernal y las provisiones agotándose. Por fin se quedaron sin agua y sin comida. El viento había desaparecido y las velas dormían flácidas. Desesperado, el capitán mandó botes a tierra para buscar alimento, agua potable. Pero nada encontraron los exploradores, ningún ave que cazar, ningún arroyo cercano. El desierto les ofrecía desprecio. Así empezaron a racional lo poco que les restaba y los negros comenzaron a morir de hambre, al final fueron arrojándolos por la borda uno por uno para aligerar la carga. Quién sabe si no devoraron a algunos. Por fin se levantó el viento y la nave zarpó alejándose de ese lugar maldito, con la culpa a cuestas. Pero las ánimas de los negros aún rondan en las noches pidiendo venganza. Eso es lo que me contó el pescador.

Ahora los espectros tendrán que irse a otro lado. El ‘progreso’ les quitará su oscuridad, sus tibias noches. Ahora habrá piscinas y torpes hombres tomando fotografías ; señoritas ebrias al ritmo de la fiesta sin saber lo que aquí sucedió porque los adolescentes creen que el mundo tiene veinte años de historia.

El vaso de unicel se pierde en las tinieblas. Probablemente asfixiará a un delfín.

***

Isla San José es un borrón de repente tragado por lo negro.

El mar de noche es un pulmón que nos señala mortalidad. Las referencias se pierden en una tiniebla inagotable. ¿Será así la muerte? Henchida de frescura, infinita ceguera, presentimiento que ablanda lo trivial y lo transforma en terror sagrado. ¿Qué hacen las criaturas abajo? Banquetes en la oscuridad del abismo, ahora llegan hasta la superficie permitiendo las migraciones verticales. Oscuridad es rutina de los peces. Afuera brillan signos de un ataúd limpio. Detente de una vez por todas, me dice, ven a mis brazos de presión ingente, ven a mi fondo a descansar sobre equinodermos y basalto. Tengo el olvido ¿No ves que mis sales son los suspiros de los que te precedieron? 

***

En Bahía Yabaros sonó un grito a mitad de la maniobra.

Eran las 23 horas. La luna llena coqueteaba con el mar, incitándolo. Unos dijeron que había sido un lobo marino, otros un cetáceo pues el grito fue agudo y profundo. Luego rieron y olvidaron. 

Hace 500 años, el mismo grito hubiera sido interpretado como el de un corsario muerto, espectro perdido en la fosforescencia que sigue al barco. 

Hace 4 mil años, pensarían en sirenas aladas esperando en los farallones o nereidas mitad mujer, mitad pez que enamoran incautos. 

Hay luna llena y gritos desde la noche. ¿Qué más se puede pedir? El océano es el mismo, sólo cambian nuestras mentiras.

***

Desde la inmensidad las bandadas de gaviotas son pequeñas mariposas de luz. 

***

Cuando hay luna llena no se puede capturar calamar. Según los pescadores es por la intensidad de la luz que baña el mar de plata. Los calamares no se concentran en un punto específico, en este caso, las luces del barco o de la potera, sino que se dispersan y la probabilidad de capturarlos es casi nula. Algunos científicos están de acuerdo porque es ‘lógico’. Sin embargo, ayer la luna estaba casi llena y los calamares rodeaban al barco, hoy no y está completamente llena. Si fuese por la intensidad lunar, la probabilidad decaería gradualmente, no de golpe. Imagino, en cambio, teorías que nunca van a aceptar los teutólogos. Quizá los calamares no realizan migraciones verticales porque los invade un terror arcaico al ver el resplandor blanco de su ambiente, como si el mar les hablara en su lenguaje de colores, como si fuese un ingente cromatóforo que señala muerte. En efecto, yo he visto calamares que agonizan y en su angustia se ponen blancos, casi ebúrneos antes de expirar en un color morado intenso. Quizá para ellos sea la muerte del océano, el cambio de estación marina, la renovación, el inicio de sus festivales dionisíacos. Nadar en ese resplandor helado es tabú, es penetrar a un báratro superficial pues su relación con el mundo es opuesta a la de nosotros. Para ellos, el fondo es su hogar y la superficie el límite desconocido donde los valientes se aventuran. Luna llena, terror del cefalópodo. Quizás.

***

De un lado, la perla que incendia las islas; del otro, la perla coqueta que seduce al mar. En medio el campo liso, limpieza sempiterna del índigo. 

Atardecer en el Golfo, viento de paz con testigo de cielo. Vale la pena haber nacido para respirar aquí, ahora. 

***

¡Qué alegría ser de agua!

Deseo tener el color del golfo. Que mi piel se tornasole con todos los matices del azul, del transparente retocado con celeste arpegio, del topacio crepuscular a la distancia, del temporal violeta y su caricia, del negro intensísimo y el pardo fresco que madruga, del nebulosos gris como la leche de ballena.

Estar mojado siempre, romper las moléculas al gusto, dispersarse en chapuzones, gozar sin sed, pestañear con sal y tener cosquillas de anfípodo. Ser libre en la onda que se finge pero no se mueve.

***

Se levanta la marejada.

El viento sopla y no es un simple enunciado. Aquí el verbo se convierte en cables oscilantes, cabos sueltos, ganchos que se rompen, snaps torcidos, redes destrozadas. El estómago reza mientras las olas bañan la cubierta. Un péndulo golpe tu cráneo. Se navega con el cerebelo borracho y dan ganas de atarse a la baranda y gritarle a la diosa que te devore completo, en su torbellino amoroso, sus labios de brazas y su sexo tentacular. Miro el salvavidas naranja y resuena una carcajada en los trenes brutales que llegan desde todos los puntos. De la muerte me separan cinco centímetros de metal. Cada minuto es una victoria y el viejo barco se las sabe pero nunca presentirá que singladura será la final.

***

¡Qué rápido se caen las teorías! 

¡Qué soberbia el del científico que afirma algo sobre lo natural! 

La que formulé sobre los calamares y la luna llena fue totalmente falsa. En tres noches consecutivas de luna llena, la tripulación capturó a montones. No sólo salían a la superficie sino que parecían poseídos por un frenesí lunático. Se perseguían tratando de comerse unos a otros, uno salió sin aletas y sin ojo de esa refriega caníbal. Ahora podría hacer nuevas teorías en el aire sobre el poder seductor de la luna en el comportamiento cefalópodo, pero serían especulaciones tan falsas como la primera. Sonrío ante la futilidad de la disquisición. Quédese como poema.

***

Los humanos lanzan hidrocalas a 100, 75 y 25 m de profundidad. Se afanan en bajar un aparato a 300 m para monitorear la temperatura y la conductividad. Corren destrozándose la espalda para enganchar las pesadísimas redes en busca de ictioplancton.

Más allá, dos lobos marinos toman placidamente el sol en medio de una marejada que los arrulla. Son dos hembras apacibles. Se desvanece la niebla bajo los rayos. ¿Cuál es la especie inteligente?

***

Aleta de tiburón al amanecer.
Manchón marrón y luego un matiz sereno. Pequeño pez vela salta bajo los pelícanos. Todos huyen. No es casualidad. Un aroma penetrante copa el viento, pronto se vuelve tufo y los animales dan la vuelta. El color del mar se difumina en un verde grisáceo.

Guaymas, donde el golfo pierde su romanticismo. 

En efecto, un oceanógrafo químico hace la observación de que puede ser la bahía más contaminada del país. 24, 000 bacterias coniformes por mililitro. La superficie se llena de micelas que forman una rebaba asquerosa. La armada tiene un proyecto de dragado pero es un círculo vicioso. A la distancia se ven ominosos esqueletos de hormigón, son las enlatadoras y harineras. Morgues del océano. ¡Quién sabe cuentos millones de animales han sido desechados sin ningún respeto! Sus vísceras tiradas al fondo en ausencia de cualquier ritual. Los peñascos erizados de saguaros se alimentaron de leprosos hace siglos. Ruinas por doquier, la peste se adueña, imperial.

El barco atraca flotando sobre leche con chocolate. Los análisis indican que no hay oxígeno en estas aguas. Astilleros y desechos industriales. Ejemplos de cómo los paraísos se convierten en caños asesinos abundan en nuestras costas. 

El sol de Sonora parece incrementar su radiación, quemar a propósito, castigar al inconsciente que mira de forma estúpida los automóviles en hilera sobre el cerro. ¡Qué hermoso sería el planeta sin humanos!

Sin embargo, la vida es un milagro tal, que aún se puede dar en esta malteada anóxica. Un imbécil captura una morena que se enreda en la piola. Me pongo guantes y aferro al pez, noto su tremenda fuerza, la turgencia de sus músculos tan diferente al bofo tejido de un pez muerto. Trae el anzuelo atravesado en la branquia. Le grito a otro que se apresure a ayudarme, giro el cuerpo desesperado del animal para desenredarlo. Mi ayudante corta la línea con cuchillo. Ya libre lanzo la morena al agua. Sigue viva y serpentea llevándose su cuerpo color crema, envuelto en suspiros de salvación. 

A duras penas se ven cardúmenes de lisas. Los peces saltan como deseando suicidarse, queriendo escapar de esa nata apestosa y ácida. 

De las costas contaminadas en el golfo, Guaymas supera a Topolobampo y Navachiste. Aquí hay más barcos camaroneros apiñados, frotándose en asquerosa complacencia antes de zarpar y barrer con toda la fauna con sus redes de arrastre. Todo cae en ellas y todo, excepto los crustáceos y algunas tortugas, se desecha muerto.

Bajo el muelle se arremolina la basura; bolsas de plástico, botellas de refresco, latas de aceite, excrementos a flote. No hay dinámica en esta bahía, las corrientes son nulas, los pelícanos presentan un plumaje roñoso cargado de grasa negra.

Atracamos, dos días para cargar combustible. Los marinos saltan en busca de alcohol y putas. En el barco sólo quedan las cucarachas, complacidas entre los platos y la mayonesa. Voy en una lancha. Frente a mí un oficial con pistola, detrás un marino con metralleta. Nunca podré sentir respeto por alguien que porta un arma.

La ciudad es peor. Cajas de zapatos en concreto como viviendas, talleres que exudan amoniaco, ingenios abandonados, edificios del siglo XIX roídos por el bostezo. Los perros flacos miran láminas polvorosas, calles sin alma, ruido de llantas, hombres y mujeres corriendo por doquier, sudando, escarbando el vacío de su indiferencia. Humo de chimeneas y plazas comerciales. Cientos de adolescentes aburridos en la parada del autobús atentos a sus teléfonos celulares. Paredes secas, pintura rota, la decadencia contagia suciedad. ¿Quieres que cante, musa? ¡Qué puedo cantar aquí, en medio del asfalto y la estulticia! 

Deseo la luna, deseo algo intensamente sacro pero sólo percibo trivialidad absurda, risas sin espíritu, religiones manchadas con ignorancia, manos que destazan, bocas que mastican.

***

A 20 minutos en camión San Carlos ya es otra cosa.

Pueblo de y para los gringos, se penetra al territorio del idioma inglés y del dólar.

Enmarcado bajo el ‘cerro de las tetas de cabra’, que es en realidad una espectacular montaña, San Carlos se renueva con tupida vegetación. Un boulevard lleva hacia galerías de arte, negocios de comida, antros, discos y bares. La marina y los hoteles son de lujo, los mexicanos trabajan para que el imperio goce. Casas bellísimas con albercas y esculturas se alinean frente a la playa, a menos de cinco metros de la línea de marea. Los norteamericanos ‘dejan’ que la gente camine por la playa con la ‘condición’ de que no ensucie ni moleste. Ancianos robustos envueltos en carcajadas de cerveza que se adueñan del mundo. Veteranos de Vietnam que cobraron su premio por asesinar en un rincón tropical, arrogantes vejetes paseando perros, comprando y edificando sus casas de invierno. ¿Llegará un gobernante a expropiar esto y devolverle a México su dignidad y soberanía? La risa plantea un semblante patético. Este país es el parque de diversiones más grande que poseen los gringos, una estrella más en su bandera. 

La noche se hizo para ellos. Los rubios invaden las cantinas para vomitar, ver el baseball, cantar frente al karaoke. Pululan los extranjeros, ellos se divierten mientras Andrés, mi guía en el pueblo, tiene que cocinarles tacos y lavar sus veleros para vivir. Vagamente recuerdo que desean convertir La Paz en algo así, más bien toda la península, más bien todo el país. Pero a mi generación y a las subsiguientes y a nuestra predecesora no les importa. Las biólogas que venían en el barco cenaron en un Mc Donald’s. 

La noche se pierde en vapores absurdos. Las putas salen a las once. Humo de cigarro y ángeles desnudos. Un efebo, quizá Rimbaud, atrapa el talle de una Afrodita danzando hip-hop. En otros tiempos este hermoso hombre y esta deliciosa mujer hubiesen sido adorados como dioses. Lástima de neuronas, los hace bellos su carne pero la genética no se obtiene con voluntad. 

El tiempo aquí se devora solo.

***

Al otro día, los marinos vuelven con las ojeras a punto y el aliento a vómito. 

Hazañas de taiboleras y litros de alcohol en el hígado. Esa es la vida de estos servidores de la patria. 

Zarpamos. Guaymas queda detrás, intentando todavía atraparnos con su peste. De nuevo el mar límpido, pero ya con una nota de gemido, como si su impenetrable poder se viese al borde de la resignación, de lo que sufre.

***

Alguien saltó a estribor. 

No te puedo decir si un delfín, un marlín o un lobo marino porque no llegué a distinguirlo. Miraba los relámpagos a popa. Y pensaba que también ellos son efímeros.

***

En la sala de esparcimiento, colgado de la pared, hay un cuadro que tiene una hoja color sepia donada por Ramón Bravo cuando visitó Arrecife alacranes a bordo del Altair. Es un pensamiento de Roger Ravelle escrito en 1969. Lo transcribo:

Los oceanógrafos tienen lo mejor de dos mundos. Sin embargo muchos de ellos consideran como extraordinariamente satisfactorio, encontrarse lejos de la costa más cercana, en el pequeño barco aceitoso e incómodo de su negocio, aún en medio de una violenta tormenta y no digamos ya en uno de esos maravillosos días en el trópico cuando cielo y mar sonríen y están serenos. Creo que la principal razón de ello está en que a bordo tanto el pasado como el futuro desaparecen. En efecto, poco puede hacerse allí para remediar los errores del pasado y ninguna proyección para el mañana puede contar con la imprevisibilidad de los barcos y del mar. Vivir en el presente constituye la esencia de la existencia del hombre de Mar.

***

No es nuestro Golfo. Somos parte de él.

No es nuestro mar. Es el útero de la diosa que forjó la vida y nuestra memoria genética. Todo nos recuerda a él aunque seamos criaturas terrestres. Nuestras venas y arterias son el recuento de la necesidad por llevarnos el mar adentro.

Él no nos da sus recursos, nosotros se los arrebatamos y ni siquiera la pagamos la intromisión con nuestro esfuerzo para respetarlo, mantenerlo, amarlo.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Mar y otros poemas

Mario Jaime, poeta mejicano(1)

Mar
El mismo mar es el poema
no lo empañemos con palabras


Duda metafísica del tiburón blanco
¿Quién soy en este mundo de belleza y danza?
¿Por qué no puedo detener mi rumbo?
¿Qué potencia inmensa delegó mi forma y mi dominio?
Atento y precavido a cada ebullición y sombra
Escucho el ritmo del espasmo muscular
Siento ráfagas armónicas que provienen de mi calma
Veo las ondas de otras vidas al azar
Sé de la potencia orgánica exultante de alegría
Y a veces lo infinito me parece inexpresable
Busco entender si soy un sueño inteligible
Poder supremo entre los dioses
O el Mar es el producto de mis lágrimas

CANCIÓN DEL ZOOPLANCTON
Una larva de pez transparentada
Gelatinas pegajosas al color
Blancas patas, curvas afiladas
Triangulitos con antenas sin sabor
Bolsas de agua, submarinos con ojotes
Hilos suaves se devoran sin control
Farolitos, gusanotes y huevitos
Lentejuelas con uñitas de bombón.
Confeti azul y diminuto
Dentadas lunas, una esfera detrás del sol
Guiños demoníacos, arcos y trapecios.
Embotellamiento vial de flotación

Canción de las nereidas en la tempestad
Ánimo, marinos
No temáis al fondo
El fondo del océano es frío
Pero nosotras los abrazaremos
Hay arena fina
Y magma que enciende corazones
La tempestad en buena
Es el beso de la Diosa del mar
Vengan a los fondos
Y vivirán para siempre

Océano
Océano. Golpe abrumador de colores e incendios. Tú, limítrofe entre la soledad y el peligro. ¿Quién te saluda en los leves rumores? Desde tus iras que lamen tus cielos hasta la calma de helados infiernos. Un grano es el rango de lentos farfullos, minúsculas gotas carmines, cenizas blancuzcas, neonatos en tiempo y cadencia. De ti salió el mundo y eso murmullan balanos, volcanes maduros, gregarios que petrificó la gorgona en la roca que besas. Tu sed nunca acaba, enorme y distante. Eterno egoísta que sabes como inspirar la locura. El amor debió brotar cuando el sol bañó en tu fineza la risa. Infatigable subes y lloras. Jala el tirón la riente espuma. En cada rincón un “plop” un “scuat” y el límpido labro que gira bajando. Introdúcete en los recovecos del hado. Nadie equipara el poder como tú. ¿Qué otro universo originó y mantiene a tantos? Y conservas, titán, el horizonte plano donde gime el silbido y florecen las trombas.

Oda al elefante marino
Se retuercen en las tardes de inopia gorda
y braman produciendo maremotos
ruedan por las rocas en el sueño lánguido
días sin moverse, costales modorros con bigote
¿Qué sueñas bajo las moscas de sol que te acompañan
y la sinfonía rompiente que te arrulla?
¿Qué amores de mole y diente te apasionan?
Harem de grasa tierna y macho garañón de trompa y beso
Pesadillas con dentina blanca y aletas triangulares
Mambos mudos y jalea geológica en tu güeva
Flojera mineral sublime
Ojos derrite fierros
Con tu rostro mojigato que provoca abrazos
Nos enseñas la paciencia y la agresión celosa
Que la vida es amar a muchas y engordar contento.



(1)Egresado de la escuela de escritores de la SOGEM. Estudió dramaturgia en el INBA.Autor de las obras: La Diosa de los juguetes, El Tardígrado, El ángel de las tinieblas, Rukinasilmë, el trance del cisne azul,La nereida enamorada, Lilith, estrenadas en diversas ciudades de México y La Paz. 

domingo, 7 de septiembre de 2008

Todavía agua y otros poemas

Hector Alfaro Jofré


todavía agua

la vida no sabe como nacer
como suavisar las esquinas rotas
agua y relámpagos asombrados
todavía no han parido dolor
sólo hay entusiasmo en las aguas
y fatiga en la luz microscópica
virada por la espera desolada
las rocas, dureza contrita,
aun no han sido demolidas
hay ansias de vuelo en ellas
solas desintegran el amor marino
amor que azota el lado
tibio de las sombras
y dice azote cuando es una caricia
aquí se acomodará
la vida de agua
cables elásticos
que el mar parirá
aquí aprenderán a nadar
a embriagarse de agua
danza de siglos
rocas sollozantes
inventan el amor
corpúsculos escapados
de la paciente humedad triturada
amor futuro
ojos tristes
luz intencional
piel que aun no se ha secado
que aun no tiembla en el miedo
que no crece con la caricia
todavía aguarda el quiebre
todavía agua y sed
relámpagos ciegos
verán la luz de la vida.


un día de enero

un día de enero me retiene junto al mar
sol y espuma de medusas maduras
desprendidas de este mar viajero
este mar alcohólico que extravía sus criaturas
en ojos rasgados mientras pájaros de incognito
se alejan en abrumadas esquirlas de piel y plumas
prolongando el aire en un batir de dudas
hasta desaparecer en un paraiso tan escueto
que no caben las esperanzas
y deben plegar las alas y esperar
a que salgan las alegrías blancas
y el sonido que destroza el paraiso
estalle con el sudor marino
todos vamos al despeñadero
una quimera de piernas débiles
vamos al norte tan al norte que ya es el sur
vamos con un desperdicio de temores,
una bandada de estupor y algo más
con nosotros vuelan hombres oscuros, heridos,
ensangrentados hombres van
sobre las espaldas del aire van
eludiendo árboles alados van
eludiendo fusiles mercenarios sangre expandida viene volando
azul sale volando
desprendido del mar vuela azul
amarillo vuela como sol castrado
tropieza con nubes de acero repujado
cielo volado
lo oigo desprenderse, lo escucho en mi garganta
se desnuda la tierra abrasada y desgarrada
por este sol de helio mojado de ruptura
algo alucinante este planeta
que se muere sin sol
que se ahoga en sus escrementos
que envejece en bolsillos pantagruélicos
campanadas cada ocho horas arengan
el adios del sol
una mancha muy larga que cae sobre cascos guerreros
sobre rostros demacrados también cae
tan larga mancha invade el territorio
de las pesadillas que deshacen la forma
de las hadas y bufones palaciegos
y muere en la curva de mi universo
últimos latidos de este sol engorroso y lento .


un sayo de antigua desolación

el mar necesitó del tiempo
para cerrar las heridas
descalabrado por la huida
de gotas salpicadas.
el mar blanco lamió
los esqueletos acusadores,
las gotas contritas lamió,
encapsuladas en el aire subieron
gotas, soledad que
superó el espíritu marino
fragancia en ojos tristes
espíritu marino
sudor ambiguo
que amó las rocas
estrelló allí sus gemidos
cuando la tarde regresó al mediodía
abierto en llagas,
el mediodía
una espera en caminos cercados
por estas aguas machacadas.
parece que el espíritu
acabará por fraguar en ojos tristes
y ya no escapará
con los últimos rayos de luz
esa luz que se desintegra
como un sayo de antigua desolación.
fragua también el peso
de los acontecimientos
concluye el diálogo
que, sin embargo, se entretiene
con el viento que empuja
(poco más sabe hacer)
y con las olas, pulso del deseo
que fatiga
impaciencia y azote
suave mordedura en senos
blancos y helados
barro púbico
en cuya desnudes me baño
limpio mis cenizas
y rasgo mi dentadura
en la maleza de tu adiós.


el sonido de la ausencia

! oh mar !
tienes lo mejor
en el sonido de la ausencia
guardado en caracolas
de brillo empedernido
sonido
la oreja del sonido
aferró la música del roce
que el placer adelgazó,
elevó y trasladó al oído
olas chocando sonido,
aira irascible sonido,
peces sudorosos sonido
clamando por serena soledad
ofuscados y ansiosos de sol
que este mar no puede darles
sólo hay miedo y sonido
una herida perpetua,
caminos que se esfuman
antes que alguien
se acostumbre a ellos,
antes que el ritmo de las aletas
acune el hábito.


el aliento largo

me detengo en algún lugar
entre mi mar y vuestra cordillera
pero habeis robado
mis algas, mis peces,
las conchas que esgrimieron
el aliento largo
inútil defensa.
todo os lo llavasteis
penetrais hasta mis aguas
inundadas de sales estropeadas
pero aun con afiladas garras,
deshabitadas garras que construyen
mis sueños, mis bóvedas
espacios marginales inadecuados
para industrias de salario tan escaso
que duelen los parietales
y se traban los maxilares
pero entran redondas golosinas
en silencioso cabalgar
! oh traición !
hasta llegar a mis huesos famélicos
y destrozar la rigidez necesaria
oxidadas memorias del ser profundo
en tranquila espera del olvido.

(1) Héctor Alfaro Jofré, poeta chileno muy prolífico y aún inédito. Nació en La Serena el año 1935. Estudió Pedagogía en Biología y Química en la Facultad de Ciencias del Instituto Pedagógico de la U. de Chile, en el cual se tituló en 1962. Se Doctoró en Química en la prestigiosa Universidad Carolina de Praga en la antigua Checoeslovaquia en 1966.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Un mar de contradicciones

Esteban Coñoman Guzmán (1)

Esa sal que corroe el metal,
Como una lágrima, en trasnoche,
Deshacen… el riel maldito
Y sus cadenas…
Las familias y la historia,
No será un simple adiós,
Será un – presente; ahora y siempre,
A plena voz, tu nombre sin cuerpo…
Retildara incesante, no callará

Hermosas olas, indomables
Porque cobijaste tal dolor?
Serán esos tus colores?
Serán ellos tus colores?
Hermosas olas indomables,
Porque no dices la verdad?
Queda patria, quedan madres,
Quedan tumbas por llenar

Hermosas olas indomables,
Porque no dices la verdad?
Si los culpables aun comulgan,
En Vitacura, en libertad!

Lloro por ti sin nombre,
Lloro por mí también,
Hermosas olas indomables,
Gracias, ya entendí el por qué
Tus olas traen a puerto el delirio,
Todas tus lagrimas también…
La sal de tus gigantes ojos,
Son por tus muertos y este clamor,
Hermosas olas, indomables
Porque cobijas tal dolor?


(1) Poeta chileno de Cerro Navia, gestor cultural y vecinal 

lunes, 1 de septiembre de 2008

De Explicaciones con mar y otros elementos, Trento, 2007

Gabriel Impaglione (1)


De las criaturas marinas
el rumor sin fin, bramido a veces, ondulaciones
que estiran el trazo perpendicular de la luna.

Cómo es la vía láctea a través de la piel oceánica?
Orión es una cinta de nácar a la deriva?

De las criaturas marinas,
de sus manos de secreta música
viene a las orillas la dulce artesanía.

Pequeñas esculturas de venus abisales,
torsos de gobernantes de los acantilados,
vasijas de vino coral, proas rotas,
sombreros de cultivadores de plactom,
talladas astillas de fabulosas carrozas nupciales.

Dónde el diminuto museo del vaivén de las olas?

Las cartografías del lecho oculto?
Las olas gigantes que abaten las costas
son marchas ecologistas?

De las criaturas marinas el canto impregnado
en los cuencos de la piedra.

Las ciudades del salitre que se extienden en la arena,
los ecos de las fosforecencias
tejiendo su red de luz azul.

Dónde se construyen las corazas de los peces guerreros?

Qué ramo de corales las novias de las profundidades?
Quién forja el metal del pez espada?

De las criaturas marinas
la rosa del coro de los vientos,
destinos terrestres nacidos del vientre de las mareas.

Las estrellas de mar brillan como constelaciones?

El crepúsculo es la polvareda de fuego
que alzan los caballos de mar en su galope?

El pez cartero distribuye botellas de isla en isla?

Quién hila plata y teje redes
que palpitan en la superficie?

Supe que de los cañones vencidos
hacen túneles del horror
y con todos los naufragios han alzado
la gran ciudad de la melancolía.

De ellas el latido
que estremece el tiempo en altamar

En altoamor
donde tus ojos, oro infinito,
besan los confines de mi silencio.


A los pescadores de Reta

Fue tarde entonces cuando estrené los brazos.
Cuando recibí barba y bandera
las orillas estiraban
su soliloquio entre los pájaros
y no había sino huecos espumosos
en el lugar donde se multiplicaron las barcazas.
Quién sabe dónde las redes,
en qué graves mareas se hundieron los oficios.
Llegaban cegando la luz horizontal
del crepúsculo
cargados de plata refulgente,
agotados y sonrientes bajo sus sombreros.
Victoriosos burladores de arcanos marinos
llegaban a la costa montando las rompientes,
blandiendo sus puños mordidos por las cuerdas.
Allí latían revelaciones de ultramar,
se narraba la gran ciudad del agua y el salitre,
comenzaba la contabilidad pieza por pieza
de mano en mano, centavo a centavo.
Se le cantaba al cardumen como al sol o al aire.
Llegué tarde al vértigo del oleaje,
al perfume exacto de la rosa de los vientos.
Allí, de pie, en otro siglo de huellas descalzas
tan sólo un roído barco hundido en la arena
y lejos la estela de los pesqueros invisibles
sobre cuya ruta aún trazan su círculo las gaviotas.
De vez en cuando un viejo pescador emerje
vestido de algas, de peces de relámpago,
y desata los nudos marineros de los vientos
mientras un niño, calladamente alegre
rompe el límite del agua con la risa.



(1) Gabriel Impaglione, poeta argentino, fotógrafo, periodista y Editor de la connotada Revista de poesía Isla Negra. Nació en Morón, Buenos Aires, en enero de 1958. Reside en Italia.